1/6/11

Mi cajita feliz

Toda mi infancia la viví en Salamanca, una pequeña ciudad de Guanajuato que sólo tenía negocios locales. -En realidad no ha cambiado mucho, pero al menos ya tiene más tiendas de autoservicio. 4 para ser exactos. Qué triste-. Para adquirir productos de marcas extranjeras teníamos que ir a León, a una hora de distancia de Salamanca, la ciudad más contaminada del país. -No es broma. Hay temporadas en que las palomas amanecen tiradas en el jardín principal debido al nivel de contaminación-.

Nunca fuimos a León con frecuencia, "que la distancia, que el peligro, que no era necesario si teníamos un Gigante, una Comercial Mexicana en Salamanca o el Sears". Pero había un momento del año -en vacaciones de verano- que teníamos que ir a León para conseguir los libros que mi hermana ocuparía para el ciclo escolar que estaba por iniciar. Y eso significa una cosa: después de ir a las librerías, iríamos a McDonald's.

Era fan de McDonald's aunque las hamburguesas no me gustaban porque sabían al asqueroso pepinillo pero según quitándoselo, ya era deliciosa. De lo que sí era fan era de La cajita feliz, las papas, y sobre todo del juguete. 

Eran esos tiempos en los que no habían tantos McDonald's. Sólo las ciudades grandes del país tenían uno. No daban chiles jalapeños y pisar el suelo del restaurante era casi como pisar suelo estadounidense. Justo esa misma impresión la tiene una amiga del Distrito Federal. Cuenta ella que para comprar una cajita feliz, no tenía que ir a otra ciudad pero sí al único que conocía: al de Polanco.

Los años pasaron y ahora en el centro del DF veo un McDonald's en cada manzana: frente a la Alameda, frente al Zócalo, en Don Celes... Y de los kioskos de postres ni se diga: las estaciones de metro más concurridas ya tienen su McDonald's.

Y justo eso está pasando con la cafetería que a muchísimos de mis conocidos les fascina: el famoso Starbucks.

Hace 1 año entré a un Oxxo, buscaba agua embotellada y vi un frasco con el logo del Starbucks. En ese momento dije: "Ya valió". Y no me vengan con que ustedes van a la cafetería porque les fascina el producto. No nos hagamos. Si quisieran sentir el sabor verdadero, no le pondrían ni crema, ni chochitos, ni azúcar. ni un montón de madres que le quitan el sabor real al café en su Starbucks.

En días pasados me encontré en el metro a una joven que llevaba un vaso de Starbucks casi a la altura de la cara para que vieran que había ido "AL LUGAR". A los tres días un joven, con pantalón blanco, tennis grandes y figuras en su cabeza hechas con la máquina para cortar cabello, llevaba su café.

Y no estoy en contra de ir a los lugares para buscar aceptación y reconocimiento. De hecho escribí esta entrada sólo para joderlos un poquito y hacerles ver que su Starbucks dejó de ser fashion hace ya vario tiempo.

Así como McDonald's, Starbucks y las BlackBerries ya se masificaron, ya son de todos

Esta entrada sólo tuvo un propósito: una dosis de ubicatex. No sientan que están en el cielo cuando van a pagar mucho por un café que ni bueno está. -Sí, porque además de malo, caro-.