29/6/09

Diez años después...

Era el verano de 1999 y Charlie mostraba ya los estragos de las quimioterapias que comenzaron a darle 4 meses atrás. El verano anterior, antes que le detectaran la enfermedad, él, David y yo pasamos una de las mejores vacaciones de nuestra vida. Un día mientras andabamos en bicicleta en un cerro, descubrimos una casa de lámina abandonada. Yo era un niño miedoso a punto de pasar a sexto de primaria, ellos sin miedo, como todo joven de tercero de secundaria, les gustaba la aventura a la cual yo también me unía y, la verdad, me sentía protegido porque eran más grandes.




Creo que antes de que nos apropiáramos de "la casita", vivía un vagabundo o un velador, qué sé yo, pero olía "a rayos"; sin embargo, nuestro entusiasmo nos hizo limpiarla, tapizarla de periódicos, barrerla, y decorarla. El gusto nos duró poco porque cuando nuestras madres se enteraron, nos prohibieron regresar a la propiedad. Yo era 4 años más chico que ellos y obedecí; seguro ellos no.




A Charlie lo conocí cuando nos cambiamos de casa. Yo tenía 5 años, mi hermana 10, él 9, su hermano 12, David 8 y la hermana de David 11. Nos hicimos la pandilla de la cuadra. Jugábamos todas las tardes durante horas y horas. Pero las tareas y la escuela hicieron que "la pandilla" se deshiciera. Al final sólo quedamos los "peques": Charlie, David y yo. Fuimos compañeros de juegos, de travesuras y taekwondo.



Desde que lo conocí, Charlie era un niño muy delgado, con una sonrisa llena de vida, lentes y cabello abundante y negro, el cual le encantaba presumir y acomodarse con ambas manos cuando empezó a hacerse adolescente.



En marzo de 1999, estábamos entrenando taekwondo y no pudo seguir con los ejercicios por un fuerte dolor en la cadera. El tiempo y los estudios médicos dirían de lo que se trataba: cáncer en los huesos. En abril iniciaron las quimioterapias y los estragos también. Pidió a mi mamá que lo rapara, antes que perdiera toda "su melena".



Los siguientes meses, lo motivó la entrada a la preparatoria, pero las quimioterapias eran más fuertes y los vómitos, la pérdida de peso y color siguieron presentándose en su vida y en las nuestras.



El 20 de septiembre, mi mamá le preparó arroz con leche y fuimos a verlo ella, mi hermana y yo. Lo encontramos en boxer sobrela cama de su mamá. Era un costal de huesos, la piel tan descolorida y la sonrisa que usualmente iluminaba su rostro, se había esfumado. Fue el último día que lo vi con vida. Cuenta su mamá que cenó el arroz con leche que tanto le gustaba y se durmió. A las 5 de la mañana entró a urgencias al hopital y murió.



Toda esta narración viene porque la película "La decisión más difícil" (Sister's Keeper) me hizo recordar los últimos meses de Charlie. A casi diez años de su muerte, la película revivió en mí situaciones que creí estaban resueltas. La película es simplemente magistral. Retrata de manera extraordinaria la agonía de una joven con cáncer. No dudo que Cameron Díaz sea nominada al Oscar, pero no lo ganará porque pudo explotar más el papel y no lo hizo.



Es realmente difícil saber que un joven tiene los días contados. Es duro saber que sus sueños se verán truncados por una enfermedad. De verdad siento impotencia cuando me entero que alguien joven está enfermo. Y no es egoísmo, pero es diferente cuando un hombre de 60 años enferma y piensas "ya vivió" a cuando a alguien de 17 le detectan cáncer.



Dos muertes han marcado mi vida. La de Charlie es una. Y me duele una cosa: no pude despedirme de él porque siempre creí que se recuperaría y que todo volvería a la normalidad.



Prometo subir una foto de él muy pronto para que conozcan su sonrisa que iluminaba caminos.



Charlie: A pesar del paso de estos 10 años, te sigo extrañando pero aquí sigues, en mi mente, mi corazón y ahora... en mi blog. Te quiero.