Ayotzinapa no es 43 asesinados; es un ejemplo de toda la asquerosidad que ocurre en el país: las muertas de Juárez, los feminicidios del Estado de México, los gasolinazos, los abusos de líderes sindicales, los descabezados, la casa millonaria del Presidente de la República. Y Ayotzinapa me asusta porque todo eso lo he permitido yo.
Ayotzinapa es la muestra de un sistema podrido que no debe continuar pero que más de 100 millones de personas seguimos permitiéndolo.
Ahora más que nunca siento asco por los políticos, pero siento más decepción por todos nosotros que hemos dejado que esos funcionarios continúen abusando.
Hoy más que nunca he dejado de creer en los políticos... pero también en esta sociedad.
Hoy no creo en la unión... ni que los buenos siempre ganan... ni en el final feliz.
Hoy no creo en que haya un cambio como siempre lo hemos pensado porque para que transformemos esto, no basta con lo que estamos haciendo.
No basta con ser buen ciudadano y dar lo mejor en el trabajo.
No basta con pagar impuestos y no dar mordidas.
No basta con quemar la puerta de Palacio Nacional.
No basta con marchar, prender velas o rayar paredes.
No basta con compartir notas en Facebook, usar #HashTags o hacer memes.
No basta con estar informados y discutirlo entre nosotros.
Es más, no basta con escribir esta entrada en el blog.
Siento tristeza por mí y los mexicanos que nos partimos el alma de sol a sol pero que dejamos que nos sigan jodiendo. Y no solo estoy triste; también enojado con el sistema pero más conmigo mismo porque no sé qué hacer para mejorar a mi país. Sé que hay problemas, pero no sé cómo solucionarlos.
Lo único que sé es que hoy me quiero largar de aquí porque siento que ni con las marchas, los paros, las redes sociales ni protestas lograremos algo. Y eso es lo que más me asusta: nunca pensé que querría irme del país.
Ayotzinapa me ha enfrentado a lo peor de México; pero más triste: me ha enfrentado a lo peor de mí.
"El Ángel triste", por @javieremarlo, en Instagram.